Madrid, Barajas; espero el vuelo que me lleve al continente asiático, primero a Doha y luego a Islamabad. Me voy con el buen sabor de boca del cariño que ayer me demostraron mis amigos de Asturias y las chicas Una a Una haciéndome una cálida y divertida fiesta de despedida. Son buena gente; siempre ahí, animándome; casi me atrevo a decir que ya merecen celebrar otro “ochomil”. Ojalá pueda ser este año.
Con ellos y ellas estaban, como no, Javier y Noemí, lo más importante de lo más importante.
El material ya me espera en Islamabad. Habrá que revisarlo y organizarlo, pero al menos es otro lío que está resuelto.
Además de Javier Campos, mi compañero de expedición, tomará este vuelo Óscar Cadiach, que como nosotros va a por el Broad Peak. Es una suerte y una ventaja tenerlo tan cerca desde el primer minuto.
Aunque aún tenemos por delante unas cuantas jornadas tediosas de viajes, esperas, trasbordos, papeleos… dejo que mi mente se adelante varios días a mi cuerpo y deambule ya por la inmensidad helada del glaciar Baltoro. Ahí empezará la auténtica partida entre la montaña y nosotros. Ella tiene sus bazas; yo estoy lista para jugar las mías.
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