Debo abandonar el K-2. Cansada y enferma renuncio al sueño de pisar su cumbre. Todo cuanto podía salir mal, lo hizo: problemas de salud que se encadenaban y devoraban mis fuerzas (principio de neumonía, edema), aglomeración de gente en la montaña que hacía las vías intransitables y las estancias en los campos de aclimatación muy peligrosas…
Ya está, ya no importa; todas cuantas razones pueda dar ahora quizá acaben sonando a excusas, y no me apetece eso. En estas montañas solo unas pocas veces es que SÍ, e infinidad de ellas es que No. Y no hay más.
Regreso triste y enfadada con mi suerte, pero regreso de una pieza. Ha habido muertes este año en el K-2 y en su gemelo Broad Peak. Accidentes en los que los desprendimientos causados por unos son la perdición de otros.
Todo el mundo tiene derecho a estar aquí, faltaría más, pero que se junten tantísimos escaladores como este año en una misma montaña es una llamada a gritos a que pase algo malo. Pocas veces sentí tanto miedo como esta vez durmiendo en los campos 1 y 2 sabiendo la cantidad de gente que había por encima de nosotros.
Ya he regresado a la “civilización” y ya me han visto los médicos españoles. Antibióticos y corticoides a mansalva a ver si consigo mejorar para volar a primeros de agosto. Por si fuera poco me dicen que estas semanas de atrás he pasado el COVID. Y no me extrañó, de ahí venía la sensación de debilidad que sentí en todo momento.
Qué se le va a hacer, son cosas de la montaña. He disfrutado de reencontrarme con esta maravillosa mole que es el K-2. Pocas la igualan en belleza y majestuosidad.
Estoy muy agradecida a mi compañero Luis Soriano, de cuyos ojos e intuición estoy segura que saldrá un documental maravilloso.
Próxima parada: Islamabad. Luego, a casa.
Mucho Ánimo Rosa, nada tienes que demostrar ya, lo importante es que vuelvas a a casa sana y salva, la montaña ahí seguirá.. Ya veremos, un abrazo